Cuando adopté a Emma, comencé a echar raíces

Cuando adopté a Emma, comencé a echar raíces

Cuando Emma llegó a nuestras vidas, supe que Ecuador sería mi hogar. Recuerdo que llevaba apenas una semana saliendo con Jeff cuando salimos a caminar. Entre los árboles, una señora cuyo nombre no recuerdo llevaba una cesta de mimbre. Dentro, una pequeña bola de pelo asomaba tímidamente. Mi madre la levantó con una sonrisa, y desde ese momento, Emma se convirtió en parte de nuestra familia. Tres años y medio después, Jefferson y yo nos casamos, con Emma como nuestra dama de honor. Llegué a Ecuador en agosto de 2016, después de vivir en Caracas. Nací en Trujillo, en los Andes venezolanos. Decidir venir aquí no fue inmediato. Al principio, pensaba en Chile, pero Ecuador se presentó como una parada estratégica, con una economía dolarizada que nos ofrecía una nueva oportunidad. Las primeras semanas fueron difíciles, pero la hospitalidad de una pareja de amigos compatriotas nos ayudó a empezar. A los pocos meses, ya estaba trabajando en varios oficios. Comencé en el comercio informal, pero pronto conseguí empleo en una agencia de relaciones públicas. En 2018, mi vida profesional dio un giro. Fui contactado por una consultora de comunicación estratégica y relaciones públicas. Nervioso, asistí a la entrevista en el lobby de un hotel cercano al aeropuerto. La conversación con la directora de la empresa fluyó con naturalidad. Fui contratado. Organizamos eventos, diseñamos campañas y gestionamos crisis. Las campañas de responsabilidad social son especialmente gratificantes. Rápidamente ascendí y ahora soy el director del área corporativa. Liderar un equipo y desarrollar estrategias para diversos clientes reforzó mi decisión de llamar hogar a Ecuador. Aún no dejo de ver otros lugares, mantengo ese instinto curioso de conocer el mundo. Pero me gusta aquí. Adrián Durán.Venezuela
El cielo en Ecuador es diferente… es más azul

El cielo en Ecuador es diferente… es más azul

Llegué en bus un día soleado, hace cinco años. Todo era distinto, nuevo y hermoso a mis ojos. Quito me recibió con su cielo abierto, y mi acento cambió en un suspiro. Aprendí a decir “veci” y sentí que empezaba a pertenecer. Nunca había visto una alpaca, y al encontrarme con una, no pude evitar pensar que era un unicornio. Por si las dudas, la fotografié para atrapar un poco de su magia. Mi meta era estudiar, pero obtener mi pasaporte se convirtió en una quimera inalcanzable, escondida tras la burocracia y el costo. Mientras tanto, trabajé en diversos empleos, cada uno un capítulo de mi historia en Ecuador. Fue en una empresa de eventos donde descubrí el arte de la decoración con globos, un oficio que transformó mi vida. Me enamoré de cómo algo tan simple podría desatar una cascada de alegría. Convertida en empresaria de la decoración de fiestas infantiles, comprendí que mi trabajo iba más allá de embellecer un espacio. Era una alquimia de emociones, donde cada sonrisa era un reflejo de las ilusiones que construía. Los recuerdos son el legado más preciado, y en cada evento, dejaba un pedacito de mí, un eco de felicidad. Ecuador se convirtió en mi hogar, no solo por su paisaje y su gente, sino porque aquí aprendí a crear magia con mis manos.  Saraí Gómez. Venezuela